Su aliento siempre olía a menta
fresca. No eran sus pasos, ni el ruido que hacía la puerta al ser
abierta, ni siquiera el ronroneo que Talbot, mi gato, hacía cuando
él le acariciaba el lomo. Era su olor, su olor a menta fresca el que
me despertaba cuando venía por las mañanas a recogerme.
“¡Dormilona! Qué pequeña pareces
cuando duermes”, me susurraba al oído y sentía su olor en mi
cuello. Y entonces Talbot arañaba la puerta hasta que le dejaba
entrar.
Una vez que me había vestido y
habíamos desayunado juntos unas tostadas con crema de almendras y
café con canela, caminábamos por el jardín.
Mi casa era como aquellas que salen en
las películas inglesas, a veces pensaba que algún día me
encontraría a la Reina de Corazones jugando al críquet con un
flamenco en mi jardín.
Había rosales.
La luz que se colaba entre las hojas de
los árboles rozaba mis hombros. Era una luz verdosa, ¡no! Era como
amarillenta, supongo que sería verano.
-Continúa.
Es curioso, ¿no crees?, puedo
recordarlo todo, a trozos es sinestésico. Su tacto se tornaba azul
cuando me miraba, podía verle por dentro. Sabía que tenía miedo,
pero él era del tipo de personas que pueden poner cara triste a
pensamientos alegres y cara alegre a pensamientos tristes, pero su
tacto no conseguía engañarme, era azul...índigo y lo peor es que
disfrutaba de su miedo, si no, ¿por qué volvía a diario? Eso no
tendría sentido y él era una persona lógica.
-¿Y tenía nombre?
¡Claro que lo tenía! Su nombre podía
cambiar a mi antojo, era como mi pequeño camaleón. A veces se llama
Andrés, otras tenía nombres de antiguos dioses, se me antojaba
Rafael en la cama, pero él prefería que lo llamara sin pronunciar
su nombre, así, sin hablar. Decía que en mi interior conocía su
verdadero nombre y que cuando pensaba en él, venía, por eso
aparecía cuando yo aún dormía. Le gustaba teorizar sobre unos
supuestos poderes mentales que yo tenía y que le mostraba mientras
estaba durmiendo, eso explicaba que yo no tuviese ni idea de la
existencia de éstos.
Me gustaba creerle.
-¿Y eso sucede todos los días?
Antes sí, hace un mes que no.
-Eva, ¿cuál es el problema?
Quiero que vuelva.
-Pero, dime una cosa...¿Alguna vez
sucedió en la realidad?
No, pero ya no sé vivir sin él y
realmente ¿qué importa? Mi realidad está en los sueños.
23 de Junio de 2011. Florencia
AMANUENSE
ResponderEliminarLa caricia del lápiz en el ademán sobre el folio,
El tacto sumiso de astilla desgastada,
engañosa rama de un árbol calcinado.
El fondo es rosa y, los signos,
apenas pequeños insectos
que quedan prendidos
entre las telas de las frases,
en las trampas de las palabras.
Una vez más lo intento,
de nuevo me pongo a la faena,
cansada y atenta a recibir
los besos suaves,
los delicados roces de las ideas,
las pequeñas explosiones
que en cada línea brotan
sobre el papel rosado.
El cuerpo,
sólo piel y lápiz,
nada más que terciopelo
en los sentidos,
apenas un arpegio sordo
en el deslizar danzante,
en la travesía insegura
que te conduce
a perseguir la cita
de la mano y el vacío,
a la quimérica geografía,
a donde escapan, extraños,
los versos.
MALgara García Díaz
NO DEJES DE ESCRIBIR, PORQUE TÚ ERES AMANUENSE.
ooohhh!! Qué bonito! Amanuense eres tú, ya me gustaría a mi ser la mitad...Muchas gracias
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