domingo, 11 de noviembre de 2012

La Espera


Estaba sentada en la terraza.
Francamente, las vistas no son espectaculares, pero hacía días que no salía el sol; bueno, realmente no sé si es cierto, la verdad es que hacía días que yo no salía de mi habitación.
No me malinterpretes, se está bien ahí abajo, las horas pasan más deprisa al no ver la claridad, ¿sabes? Y allí lo tengo todo, buenos libros, lápices, mi querido teléfono...Nunca llamo, soy de esas modernas que se pasan el día actualizando la página de inicio de Facebook y que mantiene conversaciones estúpidas con gente que no me interesa y a la que tampoco le importo..., pero soy así, una más, ya me entiendes.

El caso es que el domingo decidí salir.
Todas esas pequeñas chimeneas de las casas de mis vecinos me parecen bonitas.
También me divierte jugar con la perspectiva. Cogí mi taza humeante de café y la puse a la altura de una de las chimeneas, así, para mis ojos, es como si estuviese encendida.
Normalmente prefiero mirar nubes y buscar formas, pareidolias se llaman, lo sabías,¿no? Pero casualmente el cielo estaba más que despejado y brillaba muy azul.

¡Qué sé yo!...Tampoco me paro a pensar tanto estas cosas, eres tú quien pregunta y yo sólo contesto así, de forma automática, porque es eso lo que quieres, ¿no? Se trata de eso, ¿verdad? De no pensar demasiado.

¿Hablo mucho? Bueno, para eso estoy aquí, jeje, ¡Qué cosas tengo!
Pero sé a dónde quieres llegar. Realmente estaba esperando, no me había dado cuenta...creo. Pero el domingo sucedió algo mientras desayunaba en la terraza. Miraba los árboles, no hacía mucho viento pero se movían las ramas y sus hojas ya amarillas comenzaban a caerse. Antes eran rojas y antes que eso habían sido verdes. Me percaté de que quedaban ya muy pocas desde la última vez que estuve con él. No me había importado hasta el domingo...Ahora es como si quisiera contarlas, deseo que no caigan todas hasta volver a verle. Supongo que contar el tiempo no va conmigo. Es mi forma de esperar...


11 de Noviembre de 2012. Bristol

Menta Fresca


Su aliento siempre olía a menta fresca. No eran sus pasos, ni el ruido que hacía la puerta al ser abierta, ni siquiera el ronroneo que Talbot, mi gato, hacía cuando él le acariciaba el lomo. Era su olor, su olor a menta fresca el que me despertaba cuando venía por las mañanas a recogerme.

“¡Dormilona! Qué pequeña pareces cuando duermes”, me susurraba al oído y sentía su olor en mi cuello. Y entonces Talbot arañaba la puerta hasta que le dejaba entrar.
Una vez que me había vestido y habíamos desayunado juntos unas tostadas con crema de almendras y café con canela, caminábamos por el jardín.

Mi casa era como aquellas que salen en las películas inglesas, a veces pensaba que algún día me encontraría a la Reina de Corazones jugando al críquet con un flamenco en mi jardín.
Había rosales.

La luz que se colaba entre las hojas de los árboles rozaba mis hombros. Era una luz verdosa, ¡no! Era como amarillenta, supongo que sería verano.

-Continúa.

Es curioso, ¿no crees?, puedo recordarlo todo, a trozos es sinestésico. Su tacto se tornaba azul cuando me miraba, podía verle por dentro. Sabía que tenía miedo, pero él era del tipo de personas que pueden poner cara triste a pensamientos alegres y cara alegre a pensamientos tristes, pero su tacto no conseguía engañarme, era azul...índigo y lo peor es que disfrutaba de su miedo, si no, ¿por qué volvía a diario? Eso no tendría sentido y él era una persona lógica.

-¿Y tenía nombre?

¡Claro que lo tenía! Su nombre podía cambiar a mi antojo, era como mi pequeño camaleón. A veces se llama Andrés, otras tenía nombres de antiguos dioses, se me antojaba Rafael en la cama, pero él prefería que lo llamara sin pronunciar su nombre, así, sin hablar. Decía que en mi interior conocía su verdadero nombre y que cuando pensaba en él, venía, por eso aparecía cuando yo aún dormía. Le gustaba teorizar sobre unos supuestos poderes mentales que yo tenía y que le mostraba mientras estaba durmiendo, eso explicaba que yo no tuviese ni idea de la existencia de éstos.
Me gustaba creerle.

-¿Y eso sucede todos los días?

Antes sí, hace un mes que no.

-Eva, ¿cuál es el problema?

Quiero que vuelva.

-Pero, dime una cosa...¿Alguna vez sucedió en la realidad?

No, pero ya no sé vivir sin él y realmente ¿qué importa? Mi realidad está en los sueños.


23 de Junio de 2011. Florencia